Hola bloggers!
¿Me extrañaron? Tenía un buen tiempo sin escribir. Lo que pasó es que la policía me detuvo bajo posesión ilegal de drogas y estuve preso unos meses, pero ya el asunto se solucionó, y no gracias al desgraciado e incompetente abogado de la familia. Si estás leyendo esto, es contigo, Marvin. ¡Eres un idiota y no sirves para nada! No te hago lo que debería porque estoy bajo libertad condicional, pero sólo espera que se cumpla mi condena y verás lo que te mereces por tu incompetencia.
En fin, ¿en qué estaba? Ah, sí. El blog. Pues… he estado esperando que pase algo interesante para escribirlo, porque sé que mis queridos lectores adoran mis historias 65% reales (hasta donde puedo recordar). Les contaré la más reciente que me pasó. Tengo otras que quería compartir, pero considero que dadas las circunstancias en las que pasaron, debo comenzar por ésta, pero intentaré publicar las otras antes que termine el año.
Pues bien, hace unos meses estaba por abrir una cuenta en un banco, pero por motivos externos no había podido (tenía una flojera de ir a abrirla); pero el tiempo pasó y finalmente pude abrir la cuenta. Hace menos de un mes que la tengo. Como es un mundo nuevo para mí todo eso de manejar el dinero con tarjeta, porque antes de eso siempre usaba efectivo, no estaba acostumbrado, y por mañas personales evitaba usar la tarjeta.
El tiempo pasó y tenía que pagar el servicio de internet, y pensé que sería bueno estrenar mi tarjeta nueva aquí. Los que me conocen saben que soy un poco desordenado y algo ordinario para hacer las cosas, pero como sea, yo en mi mundo y mi desorden me entiendo. Ese día en particular fui a un centro comercial a pagar la factura, pero como yo siempre llevo un bolso con todas mis cosas, porque no me gusta guardar nada en los bolsillos de los pantalones, y gracias al desorden de mi cuarto, no conseguí ese bolso, así que tomé prestado el de mi hermano. Guardé mis cosas y me fui. Mi bolso tradicional tiene muchos compartimentos (algunos de ellos como resultado de un hueco que se le hizo), y no tengo un lugar fijo para las cosas, así que siempre que me toca sacar algo, reviso hasta dos o tres veces cada compartimento hasta por fin encontrarlo.
¿Que qué tiene que ver esto con la historia? Ya abordaré el punto. Cuando fui a pagar, tardé algo de tiempo en conseguir la tarjeta. Pero el bolso de mi hermano era más sencillo y pequeño. No tenía muchos lugares para guardar cosas, sólo el compartimiento principal, y un pequeño bolsillo con un cierre casi escondido. Bueno, cuando saqué y pagué con la tarjeta, que por cierto, tardé algo en pensar lo de que si era de ahorro o corriente, y pensar en lo que debía responderle al cajero porque estaba algo nervioso por ser mi primera transacción bancaria, guardé otra vez la tarjeta, pero esta vez en lugar de devolverla a la cartera, la puse suelta en el bolso, porque aún estaba algo nervioso por lo que pasó. No me critiques porque a cualquiera le puede pasar. Además tú consumes hierba. De hecho, estás consumiéndola ahora, así que cierra la boca. Y me dejas un poco, porque debes compartir.
(15 minutos más tarde, después de tomarme una pausa para consumir hier… es decir, para tomar un poco de… agua, no alguna sustancia prohibida por la ley…)
Luego de pagar lo que tenía que pagar, me fui a la casa, y durante el camino no revisé ni acomodé las cosas, sino que puse el bolso en algún lugar de mi cuarto porque no pensaba usarla. Quise ver cómo quedó mi cuenta por internet luego de realizar la transacción, pero curiosamente al llegar a la casa de pagar, el servicio de internet comenzó a fallar y no tuve por casi 2 días. Cosas que pasan. En fin, me puse a hacer otras cosas y con el tiempo se me olvidó guardar bien la tarjeta
Al día siguiente tuve que ir otro banco a cobrar un cheque. No conseguía todavía mi propio bolso (me dio pereza buscarlo), así que volví a usar el de mi hermano. Todo normal. Tuve que hacer una cola considerablemente larga, pero de resto todo bien. Cuando me iba a la casa, saliendo del centro comercial donde estaba ese banco, un sujeto algo sospechoso. Me ofreció unas cosas que no sé cómo se llaman, que iban en la ropa, que son como unos aritos de metal que se incrustan a presión en la tela. Recordaba a ese sujeto porque unos meses atrás me hizo lo mismo. Se detenía a hablarte, te daba unas cuantas cosas de esas de metal en tu mano y te decía que la primera era cortesía de la casa, y te la ponía en el pantalón. Algo tenía ese sujeto que te distraías mientras te hablaba, porque cuando me di cuenta, ya me había puesto esa cosa (horrible, para mi gusto) en el bolsillo del pantalón. Luego me puso otras dos más. No sé por qué no lo detuve, pero el hecho es que luego me comenzó a cobrar por ponerme esas cosas que yo ni quería, ya que para mí eran feas e inútiles, de paso tukkies, y era un pantalón viejo. Como pude me deshice del tipo y le di una moneda, y le dije que no le pagaría lo que me estaba pidiendo por ese trabajo que ni quería que hiciera, y me fui. Como el sujeto era negro, lo primero que pensé es que me iba a atracar, pero por suerte no lo hizo, pero claro, luego revisé mis bolsillos para ver que no faltara nada.
Volviendo al banco, cuando salí, me encontré a ese mismo sujeto. Simplemente lo reconocí porque quería volver a hacer lo mismo y esta vez no iba a dejar que me engañara y lo detuve. El muy desgraciado negro quería ponerme esas cosas en la correa del bolso que tenía, pero no lo dejé porque no era mio sino de mi hermano. Luego en mi pantalón, que no era un jean, sino uno formal, y no lo dejé tampoco. Como ese día tenía un gorrito, el tipo quiso ponérmelo ahí, y me negué. Se vio obstinado así que quiso darme unas calcomanías y que le diera lo que pudiera por ellas, pero me negué otra vez, y le dije que no molestara, que me tenía que ir. El sujeto se molestó y me insultó por no cooperar. Esa ocasión en particular tenía más miedo, porque aparte que ese sujeto era negro, yo acababa de salir de cobrar un cheque en el banco, y tenía mucho efectivo encima, además de mi celular y mi tarjeta y otras cosas de el día anterior que ni saqué ni revisé ni acomodé para ver si estaban todavía ahí. Simplemente salí confiando que todo estaría como lo dejé.
Revisé parcialmente que todo estuviera en orden palpando el bolso por fuera para sentir las cosas que llevaba. Como todavía estaban ahí, supe que el negro no me robó nada. Cuando llegué a mi casa, sólo saqué el dinero y lo puse en un lugar seguro, pero no revisé las demás cosas. Solamente el celular que lo puse a cargar.
Al día siguiente mi hermano iba a salir y me pidió su bolso. Le dije dónde estaba, y le pedí que me dejara las cosas en mi cama. Él se fue. Esa tarde yo iba a salir, así que me tocó buscar mi propio bolso. Después de tanto buscar, estaba algo… sucio, pero lo sacudí y todo bien. Como no tenía planes de gastar dinero en esa ocasión, no busqué la tarjeta. Simplemente lo que necesitaría para los pasajes, y el celular. Con solamente eso me embarqué en mi destino. A la noche quise acomodar mis cosas pero nuevamente me dio pereza de hacerlo, así que me senté en la computadora perdiendo mi tiempo.
Al otro día en la tarde estuve buscando la tarjeta porque no la conseguía. Revisé mi cuarto y limpié y ordené un poco las cosas, pero nada que aparecía. No le di mucha importancia porque pensé que estaría por ahí. Luego recordé el bolso de mi hermano y revisé superficialmente y no la encontré. Como que ese es el bolso del pueblo, porque esa noche mi padre se dispuso a viajar para volver a la mañana siguiente y se lo llevó. A la noche comencé a preocuparme, porque nada que había señales de esa tarjeta, y decidí revisar nuevamente el bolso, pero ahí me enteré que mi padre lo tenía. Tenía miedo de llamarlo para preguntarle, porque si no estaba ahí, me regañaría por botar mi tarjeta tan rápido, así que decidí esperar que volviera. Mientras tanto revisé nuevamente mi cuarto, pero no tuve éxito. Ya estaba asustado, y no quería decirle a nadie porque me regañarían feamente si supieran que la extravié. Por mi mente pasaba la imagen de ese negro sacándola de mi bolso sin que me diera cuenta, y burlándose de mí mientras la clonaba y sacaba todo el dinero de mi cuenta. Pero no me parecía lógico, ya que aunque la tarjeta estaba suelta, tenía también el dinero en efectivo que acababa de cobrar, y el celular, para que simplemente escogiera la tarjeta que es tan pequeña en comparación.
Mi mente estaba aturdida y los nervios no me dejaban pensar con claridad. Cuando llegó mi padre, revisé rápidamente el dichoso bolso con esperanzas de encontrar algo, pero ya estaba vacío. Pensaba que mi más grande pesadilla se había materializado: ¡¡¡ UN NEGRO ME ROBÓ Y CLONÓ MI TARJETA Y SACÓ TODO MI DINERO DEL BANCO!!!
No estaba seguro de qué debía hacer, ya que no me sabía el número de la tarjeta para revisar mi estado de cuenta online, así que en un intento desesperado llamé al banco, pero no me pudieron atender porque necesitaba el número de la tarjeta. Luego por la desesperación y el pánico de ser robado por un negro, llamé nuevamente al banco para bloquear la tarjeta, arriesgándome a que fuese muy tarde, o que la tarjeta estuviera todavía en un lugar donde no había buscado. Pero finalmente me disidí y la bloqueé. Con el dolor de mi alma, ya que sólo la había usado una vez, di por perdida/extraviada mi primera tarjeta. Pero justo cuando iba a pedir por teléfono mi estado de cuenta para saber si el negro me sacó dinero, se cortó la llamada. Enseguida volví a llamar, pero quien atendió me dijo que no podía darme esa información porque no tengo tarjeta, y debí hacerlo cuando llamé para bloquearla, así que debía ir al banco personalmente. Había una desesperación dentro de mí que sólo se le compara a la que sintió Hitler cuando supo que todavía habían judíos vivos ahí afuera.
Cuando comencé a asimilar las cosas que estaban pasando, y le conté a mi madre lo que pasó, que ya se estaba calmando la situación, nos quedamos hablando sobre lo que se podría hacer en caso de que efectivamente me hubiesen robado tanto la tarjeta como el dinero. Eso fue en la noche del viernes 23 de diciembre. Como el fin de semana sería 24 y 25, nadie trabajaría, así que me tocaría esperar hasta el lunes para ir al banco. Mi angustia comenzaba a crecer otra vez, de pensar que actué muy lento, pero intenté no pensar en el asunto. Más tarde esa noche, mi madre piensa en revisar por su cuenta a ver qué consigue. Al rato me llama, y cuando veo, tiene en sus manos la tarjeta, la dichosa tarjeta motivo de mi sufrimiento. En ese momento me puse tan feliz como (inserte un sujeto que se haya puesto feliz por una desgracia ajena).
Le pregunté dónde la consiguió, y me dijo que en el bolso de mi hermano. Tenía un bolsillo oculto con un cierre que con la desesperación pasé por alto. Estaba feliz de que apareciera, iba a llorar de felicidad, pero luego recordé que...¡¡¡ HABÍA LLAMADO EN LA MAÑANA PARA BLOQUEAR ESA TARJETA POR TELÉFONO EN EL BANCO!!!
Comencé a maldecir y a pensar en cualquier cantidad de cosas, y a decirme a mí mismo idiota, por no buscar ahí, y tomar una medida tan drástica bajo tanta presión y sin pensarlo bien, y no haber hecho uso de la razón. Mi tarjeta estaba ahí en mis manos, pero a la vez estaba tan lejos, ya que era un pedazo de plástico inútil que no servía para nada porque estaba bloqueada. No podía llamar al banco y mi internet se había vuelto a ir, así que no había muchas cosas que hacer. Le pregunté a mi tía que tenía más experiencia en el caso, y le pregunté si podía reactivar la tarjeta. Ella se buró de mí por haber hecho algo tan estúpido, y luego me dijo que no. Tendría que ir al banco y solicitar una nueva tarjeta.
La moraleja de ésta historia es: NUNCA CONFÍES EN LOS NEGROS.
También que NO LE PRESTES TUS COSAS A LOS DEMÁS. DESGRACIAS PODRÍAN PASAR. COMPARTIR ES MALO.
Soy Seth Hannigan, y apruebo éste mensaje. Nos leemos pronto.
Por fin terminé de escribir. ¡Ahora sí, a seguir consumiendo… agua! (no drogas, sino agua. No me juzgues.)
Puto idiota racista drogadicto
ResponderEliminarMejor... NUNCA CONFIES EN TU MENTE DE DROGADICTO.
ResponderEliminarDeja de usar la palabra NEGRO porque aqui muy bien lo utilizas como insulto.